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muerte súbita en mayores de 35 años

Prevenir la muerte súbita en mayores de 35 años

La muerte súbita no es sólo una cosa de bebes o niños pequeños. También puede darse en adultos y se da más frecuentemente de lo que imaginamos sobre todo cuando hablamos de deportistas.

Cuando el deporte se práctica de forma amateur o profesional pero de manera intensa, el corazón del deportista sufre una serie de cambios que aumentan entre 2 y 3 veces el riesgo de padecer MSC; disminuye la frecuencia cardiaca, aumenta el volumen de las cavidades y de su grosor, se produce un incremento del volumen de sangre que el corazón eyecta y aumenta la densidad de los capilares y de su capacidad de dilatación.

El último caso de muerte súbita en deportistas con una carrera ya más consolidada se ha producido en Cantabria. Fran Cavada de 32 años y jugador del Marina de Cudeyo (Primera Regional) se desplomó en el terreno de juego cuando apenas llevaba 22 minutos.  Cavada cayó al suelo. Se levantó casi de inmediato en lo que parecía una jugada más, pero cuando el balón ya se había alejado se dirigió al árbitro y le dijo que no se encontraba bien. Al momento se desplomó.

Aunque el médico del equipo intentó reanimarle ya no puedo hacer nada, al igual que la ambulancia que llegó a los 10 minutos con el desfibrilador.

Prevención en mayores de 35 años

Solo hay una herramienta para prevenir la muerte súbita en el deporte y es la realización de un reconocimiento cardiológico deportivo tantos para mayores como para menores de 35 años. Este reconocimiento consta de tres pasos básicos:

  1. Cuestionario sobre antecedentes personales y familiares: dado que la mayoría de causas de muerte súbita del deportista joven son genéticas, el conocimiento de la historia familiar es crucial para detectar individuos predispuestos.
  2. Exploración física cardiovascular para buscar alteraciones que orienten hacia una enfermedad valvular o rasgos de enfermedad genética.
  3. Electrocardiograma de 12 derivaciones: el ECG del deportista es especial y debe ser valorado según los últimos criterios propuestos por las sociedades científicas para distinguir los cambios atribuibles a la adaptación cardiovascular al ejercicio de las alteraciones que sugieren enfermedades genéticas precursoras de arritmias letales.

Además se puede completar con un cuarto paso, una monitorización electrocardiográfica de esfuerzo. Mediante el diseño de un entrenamiento de alta intensidad e intentando llegar a la frecuencia máxima, (realizándose el mismo con las condiciones reales donde se práctica habitualmente el deporte), se valora la respuesta del corazón al ejercicio y se intenta descartar la presencia de arritmias durante el mismo.

En el caso de los mayores de 35 y para más seguridad se deben realizar algunas pruebas completarías:

  1. Tres tomas de presión arterial
  2. Analítica sanguínea básica que contenga hemograma, bioquímica y perfil lipídico.
  3. En caso de ser diabético además incluirá analítica básica de orina.

Con estas pruebas se puede reconocer anomalías en el corazón que pueden desembocar en una muerte súbita. Pasado el reconocimiento y se ha detectado algún problema, el cardiólogo debe valorar si la actividad física puede o no continuar.